Malasaña 32

United States Of America

Terror

104 min

2020

El argumento nos presenta a una familia de agricultores de los años setenta, en busca de la felicidad en la capital del vecino país, donde hay una mayor oferta de trabajo que en el pueblo donde antes vivían Ver Malasaña 32 online. Se mudan a una casa, después de muchos esfuerzos económicos, engañado s, pensando que es la casa perfecta. Sin embargo, el sueño se convierte rápidamente en una pesadilla, cuando comienzan a suceder cosas extrañas, especialmente para el niño más joven de la familia.  En los primeros minutos tenemos una breve introducción de la entidad que acechará la casa y que es descrita como “una anciana”. Tenemos poca información sobre su aspecto, tal y como aparece a simple vista, siendo su principal referencia una fotografía pegada en una de las paredes.  Se da así un contexto: tenemos la casa y la persona que la “gobierna”. Inmediatamente se produce un avance en el tiempo, brillantemente transmitido a través del enfoque en un objeto (un teléfono, que descubriremos que tiene más significados) acumulando polvo a una velocidad acelerada, y cuatro años después de los hechos de presentación finalmente vemos llegar a los protagonistas.  El hecho de que tengamos una introducción tan poco clara hace que al final recibamos un giro interesante, y aunque la película es de los setenta, sentimos que su historia es muy actual. Este giro se recibe con una grata sorpresa, ya que suena inesperado, pero acorde con los hechos que se muestran a lo largo de la narración.  Ver Malasaña 32 online De hecho, el argumento, aunque tiene un toque moderno, es muy consistente. Si en un momento dado podemos pensar que quedarán cabos sueltos, al final todo está atado, sin agujeros en la trama.Aun así, se siente que la historia podría ir más allá.  Una mejor presentación de los familiares haría que el público se preocupara más por cada uno de ellos, lo cual no es el caso. Incluso se siente que algunos personajes existen solo para ser un cebo y algunas secuencias terminan volviéndose repetitivas porque siempre siguen la misma fórmula para alcanzar la meta. El terror de la película se presenta fundamentalmente a través de los típicos jumpscares y, afortunadamente, estos siempre resultan, dejando al espectador inquieto y siempre alerta. Seguramente harán de la ilusión de los amantes un buen susto, pero para los que no lo son, seguro que les parecerá excesivo.  Aun así, parecen escapar de los clichés , ya que surgen de formas muy diferentes y creativas. Al no ser un terror psicológico, y ni siquiera aterrador (especialmente después de conocer los motivos de la entidad sobrenatural), este Malasaña 32 se vuelve memorable por su capacidad para hacer saltar al público en la silla, haciéndolo ideal para cualquier persona. le gusta atrapar algunos sustos y no se avergüenza de ello.  Ver Malasaña 32 online alasaña 32 es como aquellos monstruos de plástico barato que poblaban las atracciones de las ferias de los pueblos, esas que tenían tremendas vampiras mal dibujadas en las paredes y niñas del exorcista medio andróginas y estrábicas en el lateral derecho de la taquilla, allí donde siempre acudían los borrachos a orinar y las parejitas de techno-adolescentes a darse el palo.  Igual, exactamente, que aquellas tarántulas que descendían del techo con un chirrido, que los frankensteins de movimientos artríticos y mecánicos, que los vampiros que emergían de ataúdes y levantaban la mano a medias porque tenían jodido el mecanismo desde tiempos inmemoriales. La sala tiene todo lo que desea la chavalada lumpen para pasar el sábado por la tarde: algunos sustos, un guion tan exigente como un capítulo de los Teletubbies y una buena ensalada de referencias mal digeridas por las que se filtra sin demasiado pudor un Paco Plaza, un James Wan y otros hermanos mayores del horror post-11S.  Está perfectamente pensada para las minisalas, para el consumo inmediato entre los nachos con queso y la foto tomada (con flash, por supuesto) contra la pantalla para subirla a Instagram. Lo que no quita, por supuesto, que la película tenga momentos agradables, un par de sorpresas, buenas intenciones y un cierto vaivén en el que, a partir de la media hora de metraje, queda claro que aquello es un despropósito mayúsculo y que lo mejor que uno puedo hacer es desperezarse en la butaca y dejarse llevar.